Algunas consideraciones sobre las medidas caseras

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Cuando se trata de evaluar la dieta de un individuo, es decir, se va realizar su valoración dietética, lo ideal sería contar con la cantidad exacta, en gramos, de todos los alimentos consumidos durante un periodo de tiempo más o menos razonable, por ejemplo, una semana.

 

Para poder disponer de esa información necesitaríamos saber a priori que se va a hacer dicha valoración, y esto no es siempre así. Por ejemplo, en algunas ocasiones la forma de conocer la dieta de una persona es preguntándole qué ha comido en el día anterior, y en este caso, lógicamente, es imposible pesar cada uno de los alimentos que forman parte de la dieta de esa persona. En otras ocasiones resulta imposible pesarlos, bien porque no se dispone de una balanza adecuada en el hogar, bien porque se realizan comidas fuera de casa y es engorroso... En multitud de ocasiones le pedimos al individuo que describa lo más fielmente posible su dieta, y para eso lo más habitual es hacerlo utilizando medidas caseras o de uso común. Por ejemplo, el número de cucharadas de azúcar que se añaden al café, los vasos de leche que se han tomado, número de naranjas empleadas para preparar un zumo, número de patatas empleadas en elaborar un plato, puñados de frutos secos…

 

 

En realidad el programa lo que hace es traducir esa medida casera en gramos de alimento, por lo que en realidad siempre nos estamos refiriendo al alimento tal y como se adquiere y en crudo (igual que si estuviéramos introduciendo la información en gramos). Esto hay que tenerlo en cuenta sobre todo con alimentos que cambian mucho su peso cuando los cocinamos, como ocurre con el arroz, las pastas o las legumbres: por ejemplo, con 90 gramos de arroz en crudo podemos preparar un plato de arroz en paella de 300 gramos.

 

La descripción que cada individuo hace de las raciones que ingiere puede ser muy variable y esto debe ser tenido en cuenta. Son muchos los factores que influyen en esta variabilidad: no describen igual las medidas las personas que están más acostumbradas a manejar alimentos y/o cocinar, que los que nunca los adquieren, los adultos o los niños, las personas que están preocupadas con su imagen corporal (las personas con sobrepeso tienden a describir raciones más pequeñas que las que en realidad toman, mientras que las que son más delgadas las describen más grandes)... También depende de los gustos de la persona, de su nivel socioeconómico, de su capacidad mental...

 

Es habitual describir las raciones como de tamaño pequeño, medio, o grande. En este caso el tamaño de ración que se especifica es el normal, y si la ración se describe como pequeña disminuye un 15%, y si se describe como grande se aumenta igualmente ese 15%. Cuando un plato se utiliza como guarnición (por ejemplo una menestra), consideraremos entonces la cuarta parte de la ración.

 

Hay que tener en cuenta que las raciones que se utilizan en este programa, y en la mayoría de los manuales en los que se describen raciones habituales de consumo, son las utilizadas en adultos. En el caso de los niños se considera que hasta los 6 años el tamaño de ración que debe utilizarse es del 60% de la ración del adulto, aumentando un 10% hasta los 10 años de edad, momento a partir del cual la ración es igual a la del adulto. Esto no se aplica a las raciones expresadas como unidades, es decir, una pieza de fruta, un yogur... que lógicamente se ingiere totalmente (si no se ha dicho lo contrario).